Mayombe: Memorias de Vueltabajo
Epílogo
Todo lo que he contado en estas páginas no busca imponer verdad, sino despertar memoria. La memoria del monte, la del tambor que no miente, la de los muertos que caminan con nosotros, aunque no los veamos. He hablado como me enseñaron los viejos: con el corazón abierto y el fundamento caliente, sin adornos ni disfraces. Porque el Palo no es folclor ni vitrina, es sangre viva, es ley, es compromiso.
Cada palabra aquí escrita es también una ofrenda. A los que vinieron antes y a los que vendrán. A los que guardan silencio en el nsó-nganga y a los que aprenden preguntando con humildad. A los que entienden que el conocimiento no se compra, que no todo se entrega, y que el verdadero poder no está en los objetos, sino en el espíritu que los habita.
Este libro es testimonio y advertencia. Testimonio de un camino hecho con polvo de cementerio, con pactos de monte y con la voz de mis muertos guiando cada paso. Y advertencia para quienes juegan con fuego sin saber de dónde viene el carbón. El Mayombe no es para todos, ni lo necesita ser. Pero sí merece respeto. Porque lo que no se respeta, se pierde. Y lo que se pierde, a veces, no vuelve.
Que esta obra sirva para elevar el nombre de los verdaderos, para sembrar duda donde hay soberbia, y para encender luz en quienes buscan con fe. Porque como dijo mí viejo Tata un día a la sombra de su ceiba: “El que escucha al monte, encuentra camino. Pero el que lo reta sin permiso, solo encuentra sombra.”
Así cierro este libro.
No como un final, sino como una pausa.
Porque el nkisi no calla.
Solo espera.
