En el Palo Monte Mayombe existen ritos para casi cualquier cosa
Partiendo del conocimiento empírico que de la naturaleza poseían estos pueblos bakongo, sabemos que ningún acto decisorio en la vida de un individuo o comunidad es aislado. Todo suceso está integrado en una cadena de rituales que dan armonía y carácter a la simbiosis de Hombre – Espíritu. La iniciación logra emparentar al individuo con la naturaleza y esta integración que ellos suponen vivificadora e indisoluble, aporta cualidades al individuo que le hacen un ser eminentemente armónico y espiritual. El nacimiento, prepara al niño o la niña para la vida, lo integra en la comunidad como ser esencial y a su vez le da reconocimiento como individuo espiritual. La adolescencia o rito de pubertad, le otorga derechos más amplios, es un tránsito hacia la madurez y la independencia social del individuo. La muerte, al igual que el nacimiento es un rito integrador que da al ser humano un espacio único en la Naturaleza Invisible y lo ata al linaje primigenio de forma perdurable. Los rituales para la caza o la guerra, garantizan el éxito y básicamente son la representación simulada de los acontecimientos con el desenlace deseado. El matrimonio, asegura la fertilidad de la pareja de unión y la conformidad del grupo como causal de buena convivencia, etc.
Todo suceso cotidiano o tiene personalidad propia o asimilada por efecto de su propósito y por consiguiente son susceptibles de ser manipulados y debe ser integrado mediante un ritual a la persona humana en primer término o al entorno en último caso. Una casa, un negocio, un carro, un barco, los instrumentos de trabajo, etc., deben ser consagrados porque su personalidad es única y está intrínsecamente relacionada con el espacio físico que ocupan en el entorno y su finalidad. Es lo que se ha definido como “Vida Participada” el incesante flujo de conexión entre el entorno y los seres que lo habitan. Nada es ajeno en el cosmos, los objetos están vinculados unos con otros “conectados” por su relación simbiótica.
Se pueden definir los rituales como la transportación de los sucesos visibles al ámbito de lo invisible y viceversa, lo cual crea el mecanismo de interconexión correlativo que los define para poder ser influenciados y utilizados para propósitos específicos. Empleando para ello símbolos de naturaleza concreta análogos al suceso que se quiere manipular, aunque en algunos casos estos suelen ser indescriptibles, siempre existe un denominador común para su uso ya sea dado por su carácter o función. El rito ejemplifica el hecho por procedimientos similares a la realidad cotidiana para que adquieran un uso práctico. Todo rito tiende a tener una semejanza con la experiencia adquirida en la observación del entorno y esta experiencia abarca todas las esferas de la “Vida Participada” la cual incluye todo lo existente en la Naturaleza Visible. El mayombe aprende de los animales sus formas de cazar, de defenderse, de sobrevivir, de los arboles, de los ríos, las montañas, las piedras, y este conocimiento se traduce en sus mitos y leyendas y es la base argumental de sus ritos.
El mundo de los ritos es amplio y complejo, en el Palo Monte Mayombe existen ritos para casi cualquier cosa que cumpla al menos dos de las siguientes normas: que el propósito o finalidad esté definido, que pueda ser simulado por procedimientos simples, que se derive de un hecho de naturaleza cierta, o que intervenga un Nganga Nkisi. Imitando el comportamiento de fenómenos atmosféricos, animales o plantas atraen para sí mismo cualidades que no son inherentes al ser humano, pero que al hacerlas vinculantes mediante procedimientos rituales se convierten en herramientas beneficiosa y “utilizable” para el bien común.
En la práctica el rito tiene que cumplir unos mínimos para que sea considerado como tal, esto es un acto de apertura, que en la mayoría de los casos se traduce en invocación a los Bakisi intervinientes y antepasados. Una sucesión de hechizos o actos que por separado no tienen sentidos pero que adquieren significado dentro del conjunto del rito y un cierre, un último acto de reconciliación con los elementos que fueron propicios para conseguir el propósito final. Este procedimiento ejemplifica el ciclo de nacimiento, vida y muerte de todos los elementos del cosmos y este paralelismo hace del rito un acto semejante a los sucesos de la Naturaleza Visible, es por tanto la escenificación del macromundo en el micromundo.
En el mayombe de los primeros tiempos siguiendo la ortodoxia de la práctica tradicional africana, los ritos eran simples en cuanto a los elementos que se utilizaban y los procedimientos. Con el pasar del tiempo esta característica genuinamente africana fue desapareciendo dando paso a ceremonias más elaboradas, los ritos fueron haciéndose más complejos debido a la dificultad de poseer el objeto en sí, lo que contribuyo a la sustitución de partes de animales como el leopardo, mono, león, cocodrilo; o incluso montañas, ríos, o arboles que en África eran sagradas “fuentes de poder”, por representaciones meramente simbólicas que en la práctica servían para sustituirlos.
Los practicantes de mayombe comenzaron a sustituir los elementos que no tenían con dibujos. Al carecer de una parte de algo que consideraban indispensable para la eficacia del rito bastaba con dibujarla dentro de una de las llamadas “Firma” o “Tratados” y esa representación simbólica era válida para realizarlo con igual eficacia. Aplicaban el Principio de Semejanza y conseguían así atraer para sí y manipular esos poderes de la naturaleza para su propósito.
Igualmente sucedió con los “trabajos”, las reglas para estos son idénticas que en los ritos. ¡Qué es un hechizo sino un rito propiciatorio! Para ellos el rito es el proceso mancomunado por el cual se realizan un conjunto de hechizos para un propósito de naturaleza cierta definida de antemano por el Nganga, En el mayombe todo hechizo tiene carácter único “posee personalidad” y por tanto es susceptible de ser manipulado. Digamos entonces que todo rito es una sucesión de hechizos, así por ejemplo dentro del ceremonial cada paso equivale a un hechizo individual vinculado al propósito. Encender una vela, esparcir bebidas propiciatorias, atar, rezar, cortar, el sacrificio, la posesión etc., todos estos actos, en su conjunto, forman parte de un ritual único cuando son realizados con una misma finalidad.