El Nganga Africano
El Nganga Africano

El Nganga Africano

Origen del Mayombero Cubano

Muchas etnias bantú del sur del Zambezi poseen en sus lenguas dos términos relacionados con el arte de curar y de la adivinación. De la raíz protobantú *-goma ‘tambor’[1] provienen el isangoma zulu, el mokome sotho, el mungome venda, el mugóme lodebu.[2] Con este vocablo ellos designan al adivino puro, quien sondea en la causa de una enfermedad o desgracia y predice el porvenir. La elección del lexema original *-goma, se justifica en tanto que el acto adivinatorio muchas veces es precedido o inducido por toque de tambor o de algún instrumento de similar factura.

Estas naciones también distinguen el yerbero o curandero tradicional con las voces inyaga (zulu), nyanga (tsonga), ngaka (sotho), ngaga (lobedu), nganga (venda), etcétera. Remontándonos más lejos de nuestra área de estudio, vemos que los congos y muchos otros pueblos del África Centroccidental también utilizan la misma palabra, nganga, mientras que entre los swahilis de la costa oriental existe su correspondiente mganga. Los practicantes de la Regla de Palo, sistema de creencias cubano de oriundez bantú (específicamente kikongo), llaman tata nganga o (n)gangulero, entre otras denominaciones, al hechicero, curandero o adivino, ya que algunos componentes de esa religión tuvieron sus orígenes en el África bantú (específicamente en el Bajo Congo).

El término nganga y todas sus variantes provienen (si se parte de un análisis diacrònico o de la lingüística histórica) del protobantú *-nyanga que significa «cuerno». Entre los yerberos africanos es usual poseer vasijas hechas con la cornamenta de algunas especies de cérvidos. Estos recipientes lo utilizan para guardar polvos medicinales, ungüentos, brebajes, entre otras sustancias curativas. Los paleros cubanos también llaman nganga a una cazuela de barro o hierro, la cual contiene el «fundamento» de toda su actividad mágica. Curiosamente, en la Regla Conga cubana la voz nganga (sin ningún otro complemento) no designa al practicante del credo o sacerdote (como en África), sino al nkisi o receptáculo mágico. Es decir, en Cuba se produce otro desplazamiento semántico: del practicante a la vasija espiritual que representa el centro de la actividad cultual de la praxis palera. La extensión del significado se mueve, pues, desde el hombre (en África) al objeto (en Cuba).

Uno de los informantes más viejos de Lydia Cabrera enumera el contenido de esta «prenda»:

En fin, las ngangas, nkisos, kimbisas, villumbas [sic.], macutos o boumbas, se preparan con huesos humanos, tierra, palos, raíces y animales. Se añade una Bola-Mundo, la bola verde y santa, de yerba, que se encuentra en el estómago de las vacas. Una reliquia muy sagrada y de lo más milagrosa, que una vez en el caldero le da virtud a los apreparados con que cura el Padre. (Cabrera 1954: 130)

Es importante insistir en la conclusión a la que la autora del Monte llega después de escuchar algunas opiniones de descendientes de esclavos:

La boumba, el macuto, el sacu-sacu, el envoltorio, el saco —y el jolongo— en una palabra —también la nganga de güiro grande y chico era cosa de antiguos— procede, según ellos, a la kimbisa y a la vrillumba más livianas; obra de criollos, que es nganga dentro de cazuela o de caldero. (Cabrera 1954: 129)[3]

Al parecer las primeras nganga construidas en Cuba tenían, lógicamente, características muy cercanas a los nkisi congos y a las de otras zonas del África bantú;

es decir, al tarro, al güiro, al recipiente pequeño; mientras que la actual «prenda» es ya un producto netamente cubano.

Es necesario aclarar que los shona no discriminan terminológicamente al adivino del yerbero. Ya realice una función específica, pronosticar o curar, o ambas a las vez, este prácticamente se conoce con el apelativo de n’anga;[4] el pueblo también le ha otorgado el título de chiremba, término con el que se denomina al médico del hospital, y a la corona de plumas que muchos vadzimambo (sing. mambo) usan en la cabeza durante la celebración de algún ritual importante.[5] Por otra parte, además de los nyanga ‘contenedores de una mushonga, medicina específica’,[6] el n’anga shona posee la gona (pl. makona), especie de calabaza, recipiente que contiene la medicina mágica, la panacea africana.[7] A este tipo de vasija es al que se refieren los viejos informantes de Lydia Cabrera, cuando dicen que «la nganga de güiro grande o chico era cosa de antiguos» y que «la nganga dentro de cazuela o de caldero era obra de criollos».


[1]   El símbolo * (asterisco) delante de un vocablo indica que ese término es una reconstrucción lingüística o palabra hipotética.

[2]  kik. ngoma

[3] El subrayado es del autor de este ensayo.

[4]   Entre los bakongo, nganga ngombo es el adivino; nganga buka le llaman al curandero, y nganga longo, al yerbero puro (el que suministra el kilongo, pl. bilongo ‘medicina’). El ngaka pedi es también adivino y curandero.

[5]  Esta «corona» se conoce entre los bakongo con el término mpu.

[6]  kik. mpaka.

[7]  kik. nkisi.