Es La Virgen de la Caridad del Cobre una advocación de la Virgen María (v. María, Virgen). Proclamada por la Iglesia Católica como Patrona de Cuba. Existen varias versiones de esta leyenda, siempre basadas en la visión de tres humildes jóvenes cubanos de principios del siglo XVII.
Una de ellas cuenta que los indios Rodrigo y Juan de Hoyos, junto al negro Juan Moreno, fueron sorprendidos en alta mar por una tormenta. Cuando estaban a punto de naufragar, y en medio de la furiosa tempestad, avistaron un objeto flotante que resultó ser la talla en madera de una Virgen morena. La recogieron y comenzaron a invocar su protección. Al momento, el mar comenzó a calmarse en derredor del bote, y una brillante luminosidad los amparó de los huracanados vientos, acercándolos a la costa. Cuando llegaron a tierra, los portadores y la población se postraron ante la imagen y oraron por la salvación de los navegantes.
El Padre Onofre de Fonseca, después de realizar exhaustivos estudios, sostiene que el milagro ocurrió entre 1604 y 1608, en la península de Entresacos, en la desembocadura del río Mayarí (en la actual provincia de Holguín), entonces cerrado por un delta nombrado La Vigía.
Otra versión de esta leyenda refiere que en Bajaraguá la Vieja, tres niños entre 9 y 10 años de edad, los enviaron a buscar un alijo de sal, pero fueron sorprendidos en el mar por una tormenta, y tuvieron que esperar en cayo La Vigía a que amainara el viento. Después de zarpar durante la madrugada, divisaron un bulto blanquecino mecido por las olas. Al acercarse, reconocieron una imagen de la Virgen María que mostraba una inscripción que decía: «Yo soy la Virgen de la Caridad». Observaron que las vestiduras de la imagen estaban totalmente secas. Después de su milagrosa aparición, la Santa imagen fue trasladada hasta el hato de Bajaraguá. Con posterioridad, fue llevada al Cobre.
Uno de los últimos estudios, realizados por Salvador Larrúa Guedes, intenta aclarar algunos detalles, a la vez que enmarca la leyenda en el siguiente cuadro histórico: para garantizar la fortificación de la destruida villa de San Cristóbal de La Habana por el corsario francés Jaques de Sores, se creó, en 1594, la Fundición de Artillería, donde los cañones eran forjados con el cobre extraído de las minas de Cardenillo, ubicadas en unas elevaciones próximas a Santiago de Cuba. Gran parte de las necesidades de carnes saladas llegaba del hato de Barajagua, una inmensa hacienda que se extendía desde el borde de la bahía de Ñipe hasta el río Cauto, por el sur. El capataz de este hato, Miguel Galán, ordenó que Rodrigo y Diego de Hoyos, indios rancheadores y monteros, trajeran sal de las salinas de Ñipe. Estos, a su vez, llevaron al negrito Juan Moreno de ayudante. Juntos arribaron a un sitio denominado indistintamente Vigía, o Cayo Francés, a unos 4 kilómetros al sur del centro de la costa meridional de la bahía, desde el cual al otro día partieron hacia el litoral y se hicieron a la mar. Al poco rato, ya distante de la costa, advirtieron algo sobre la espuma del agua, remaron hasta allí y vieron la imagen de la Virgen María, con el Niño Jesús en brazos.
El cuerpo de la Santa tenía —según los testimonios— unos 35 centímetros de alto. Esto sucedió en el mes de septiembre del año 1612. La figura era hermosa y de líneas suaves. Es probable que los dos indios relacionaran esta aparición con la antigua y poderosa Atabey o Atabex de sus ancestros, Madre del Ser Supremo y Madre de Aguas. Los jóvenes estibaron la sal y regresaron con su cargamento. El capataz, al ver la figura, ordenó levantaran un altar de madera, que fue adornado y colocado en una vivienda del hato de Barajagua. Pronto, por órdenes superiores, la Divina Señora tuvo su propia ermita rústica, y el indio Rodrigo de Hoyos fue su custodio y servidor. Cuenta la tradición que la Virgen desapareció dos veces del altar y reapareció con las ropas mojadas. Esto pudiera explicarse debido a los celos del otro indio, Diego de Hoyos, su hermano; pues era usual que los aborígenes llevaran a Atabey al río para obtener allí sus favores. Otra hipótesis sugiere que fuera el propio Rodrigo, pues no quería compartir con terceros las mercedes de la Virgen. Un tiempo después, fue trasladada al poblado del Cobre, donde con posterioridad le edificaron diversos templos, hasta llegar al actual que, en diciembre de 1997, fue proclamado Basílica Menor, por el Sumo Pontífice Juan Pablo XII.
También esta Virgen fue motivación de arte popular en la segunda década del siglo xx. El albañil Lorenzo Romero tuvo un lamentable accidente cuando se cayó de un andamio desde de un tercer piso. Él hizo la promesa a la Virgen de construirle una capilla si ella lo salvaba. Por lo que en 1917, y sobre su propia casa —en la barriada de Santos Suárez, en la capital habanera—, edificó el pequeño templo, todo recubierto de caracoles y conchas marinas, traídos desde la playa del Chivo. Con estos formó diferentes figuras, estrellas y banderas, como parte de un sinfín de elementos decorativos, que de forma empírica fueron adornando la edificación, en la que a partir de entonces y hasta su deterioro, se celebraba la fiesta anual de esta Virgen. Poco a poco la población de las inmediaciones participó en las mismas. Este lugar recibió el nombre de «La Capilla de los Caracoles». Romero falleció en 1968. Con posterioridad, el 8 de septiembre de 1980, fue renovada la capilla y se festejó el santo día, pero ya, en 1998, su estado era deplorable.
En toda Cuba existían, hasta 1986, 75 templos dedicados a Nuestra Señora de la Caridad. Una versión calificada atribuye el agregado «del Cobre» porque fue la propia Virgen quien seleccionó el lugar de su veneración. Se cuenta, además, que su imagen fue llevada en estandartes por los mambises y también prendida en sus vestimentas, durante las guerras patrias del siglo xix. Posteriormente, un grupo de estos legendarios guerreros solicitó al Papa que la proclamara Patrona de Cuba. En 1998, fue coronada por el Papa Juan Pablo II, en Santiago de Cuba, en ocasión de la visita que hizo el Santo Padre a la mayor de las Antillas.