Para buscar el origen de las “patimpembas” o “firmas” del Palo Monte Mayombe hay que hacer primero e inevitablemente un análisis del cuerpo ritual de otras creencias anidadas en Cuba que influenciaron decisivamente en la estructura definitiva del cuerpo religioso de las Regla Briyumba y Regla Kimbisa tal y como han llegado hasta nuestros días.
Basta solamente con leer par de libros sobre la sociedad secreta abakuá y algún otro del vudú practicado en Cuba para percatarse de la similitud de sus “firmas” con las utilizadas por nganguleros, y no solo eso, sino que mucha de las ceremonias de las Regla Kimbisa y Regla Briyumba se pueden encontrar calcadas en el ceremonial abakuá y la pregunta que surge inmediatamente al investigador es ¿Quién influyo a quien? Porque no puede ser mera casualidad tanta coincidencia entre dos cultos que aunque emparentados lejanamente en la tierra africana, suponen dos formas diferentes de entender el “mundo de los sucesos” y la “vida participada” desde el punto de vista mágico-religioso.
Desde hace mucho tiempo vengo expresando en conferencias y reuniones académicas mi tesis sobre la casi nula existencia de las llamadas “firmas” o “patimpembas” en la práctica religiosa originaria de los bakongo llegados a Cuba en los primeros tiempos de la trata de esclavos, esta tesis la fundamento en dos razonamientos. Primero, después de estudiar en profundidad la cultura bakongo y de recorrer casi todo el territorio africano que abarca las etnias que lo componen y quienes fueron los que aportaron mayores contribución a la creación del Palo Monte como religión, no he encontrado “firmas” o “patimpembas” con altos grados de coincidencia simbólicas e interpretativas que hagan suponer alguna conexión con las “firmas” que en Cuba se atribuyen a divinidades o mpungu de origen Congo, las firmas que existen entre los bakongo son en realidad más simples y muy didácticas empleadas para fines curativos y de identificación. Y mi segundo razonamiento, está motivado por la probada unión entre congos cubanos y ekobios (hermanos) abakuá, así como con practicantes del vudú dos religiones con similitudes religiosas y filosóficamente cercanas al bakongo y fundamentales en la grafía actual del Palo Monte reflejadas en sus firmas o patimpembas.
Voy a compartir con ustedes en estos artículos parte de los argumentos que me han llevado a esa tesis que comparto con otros investigadores cubanos de excelente trayectoria, les propongo primeramente leer lo que escribió en su obra Los Ñáñigos el escritor cubano Enrique Sosa Rodríguez (premio Casa de las América 1982), en síntesis muy apropiada para hacerse una idea de las líneas de investigación que he seguido:
Ereniyó, llaman los ñáñigos, a su complejo sistema gráfico, integrado por anaforuanas o «firmas» de las jerarquías, «sellos», «emblemas» o «banderas» representativos de cada una de las divisiones ñáñigas, territoriales o por sociedades, y, en general más complejos, gandós que describen acciones, delimitan superficies y rompen barreras tempoespaciales retrotrayendo el ritual a sus añejas fuentes africanas.
Los signos crean, dominan, vinculan, vitalizan mágicamente personas, objetos, episodios… y permiten su acción. «Del signo nace la religión», dicen los ñáñigos, y, como controlan a los espíritus, todo en el ceremonial abakuá debe ser «rayado».
Ereniyó es una escritura ideográfica, de la cual también hay evidencias en Cuba en las reglas de Ocha y Conga, que en abakuá llega a adquirir su mayor complicación y riqueza; ha supervivido gracias a la tradición práctica y a «libretas» ñáñigas pero con pérdidas inevitables, variantes entre unas y otras ramas y potencias, y sincretismos y modificaciones que incluyen el uso de la cruz cristiana, la calavera y tibias cruzadas (por la muerte o para ceremonias fúnebres) y el dibujo, realista, de serpientes, rostros (el de Sikaneka), palmas, peces (por Tánze) y vasijas no estilizadas como las de los dibujos originales, los que parecen proceder más directamente de África. Con el sincretismo perdió ereniyó, con la pureza primigenia que dota al símbolo de muy bellos —y herméticos— niveles de abstracción, valor estético: mientras más germina, más prístina, más artística y generosamente significativa es la escritura sagrada de los ñáñigos.
Además de los anaforuanas, «emblemas» y gandós hay otros dibujos como los del «rayado» de iniciados y obones y el de los tambores y demás objetos litúrgicos que quizás pueden ser calificados como anaforuanas o como gandós.
A cada ceremonia le corresponde uno o más gandós pues, si esta es compleja, cada acto o aspecto de la misma posee su gandó propio. Los hay que son como mapas donde se rehacen lugares y presencias recogidas en el mito.
Las grafías ñáñigas se componen, en general, de figuras geométricas: líneas, óvalos, cuadros, rombos, rectángulos, triángulos… que se entrecruzan, extienden o disponen de acuerdo a su función representativa. A. su respecto, para facilitar la «lectura» de los anaforuanas, «sellos» y gandós que adjuntamos, pueden adelantarse los siguientes testimonios ñáñigos y/o apreciaciones nuestras:
A efik corresponde el signo +, a efor el 0 y a oru-bibi la unión de estos dos la cruz dentro del círculo; la cruz (griega) es el «cuatro vientos» del cual apunta Fernando Ortiz:
En el siguiente articulo seguiremos analizando paso a paso las “firmas abakuá” y verán cuan interesante se presenta el asunto.