La piedra enganga
La piedra enganga

La piedra enganga

[…La piedra es como decir un fundamento, sea piedra simple, aislada, desvinculada de cualquier relación orgánica con otros elementos mági­cos. o sea, como catalizador de los otros ngandos, los otros componentes de fuerza o mágicos, en el interior del caldero o nganga propiamente dicho. En todos los casos en las piedras se dan cita y se posan los muer­tos y suelen ser excepcionales lugares de encuentro entre los genios o Mpungo y los espíritus de un tipo u otro de difuntos.

Las piedras remiten a la ancestralidad, son parte de la ancestralidad, participan de su propia naturaleza definidora y engendradora y con ello atienden con su exterioridad mediata o inmediata una articulación cons­tante de consumo y crecimiento. Pues las piedras, en tanto fundamentos ¿el palo monte, comen y procrean, dan a luz otras piedras y en estos extremos residen dos de las magnitudes de mayor importancia para la función de la piedra en lo más profundo de la nganga.

Claro que no es cualquier piedra la que puede reunir los requisitos para el cumplimiento de estos menesteres. La piedra tiene que, por así decirlo, ser fundamento antes de convertirse, propiamente, en fundamento. Tiene que venir del centro volcánico de la tierra o caer del cielo; tiene que haber sido tallada en sus específicos contornos por las crecidas de los ríos, o haber servido para arrancarle la vida a algún mortal. O para salvársela.

En tanto retorno a lo inorgánico la piedra es la inalterabilidad. Pero no cualquier inalterabilidad, sino la inalterabilidad del palo monte que es la quietud del movimiento constante en relación consigo mismo. El deseo de todo lo viviente de, viviendo, alcanzar la quietud de la muerte. Con todas esas concurrencias la piedra — el matari — constituye un elemento de primera importancia dentro de cualquier prenda y para cualquier tra­bajo o conjuro en la amplitud operacional del palo monte.

Parecido rango tiene los cobos, los grandes caracoles marinos. Para los paleros las cosas, a través de su materialidad, se asumen en su tras­cendencia espiritual real o supuesta, y el supuesto siempre es real. El cobo no es nunca un simple objeto recogido en la orilla de cualquiera de nuestras playas, es el sentido de la vida orgánica formándose y surgiendo de los mares, la conciencia humana prefigurándose entre las aguas, es el movimiento de las olas y las mareas como factores de engendramiento, son las múltiples voces de las fuerzas del mar haciéndose escuchar como la voz única de Nzambi.

De parecido rango y con semejantes mecanismos de aprehensión y jerarquización, son los árboles referidos a los genios o Mpungo y los animales protectores que crecen junto a los seres humanos, como alteridades de ellos, para su íntima defensa…]

Cita del libro de: Joel James Figarola: La Brujería Cubana: El Palo Monte.