[…Hay que decir que las ngangas no siempre han sido como lo son hoy, asunto que ya tratamos en el primer capítulo. No es difícil imaginar que en las circunstancias de la esclavitud se hacía imposible la tenencia de un caldero dentro del hábitat del esclavo; incluso es difícil imaginarlo luego de la abolición dada la tremenda carga de prejuicios presente en la sociedad de la isla.
Como dijimos en un primer acercamiento páginas atrás, antes de la nganga existió el macuto que era un recipiente de cuero, yarey simplemente guano, con los mismos ngandos incluso restos humanos – que podemos encontrar en una nganga actual, y que se podía esconder en cualquier rincón del barracón, o del bohío, o llevarlo consigo si el esclavo se volvía cimarrón y se mantenía trashumante o se asentaba en un palenque.
Pero antes del macuto o paralelamente al macuto según fueran las circunstancias existían los troncos cargados que no eran más que un simple agujero hecho al efecto o a veces encontrado al azar, en el tronco de un árbol cualquiera en medio del bosque en el cual se introducía carga mágica; el árbol pasaba inadvertido a los ojos de los no iniciados, pero era perfectamente localizable a los efectos ceremoniales por los practicantes fuesen estos esclavos o cimarrones, y a veces tanto unos como otros se reunían secretamente alrededor del tronco en ocasiona señaladas. Porque no se puede olvidar que el cimarrón podía sobrevivir como tal por la ayuda que le brindaban los esclavos no cimarronadas y muchas veces los pequeños campesinos.
Esta cultura producto del intercambio y la ayuda sostenida entre cimarrones, esclavos y campesinos no ha sido adecuadamente valoraba por los estudios realizados hasta este momento en Cuba. Y en esta cultera el tronco cargado desempeñaba un papel central. El llamado bembe sao tal como se conoce en las zonas rurales cercanas Santiago de Cuba es una manifestación sobreviviente de este espectro cultural específico.
Pero antes, o simultáneamente con el macuto y el tronco cargado, existían las calaveras cargadas, las krillumbas, que se llenaban con carga mágica y se reintegraban luego a su sepultura; entonces se podían hace alrededor de ese sitio determinados ritos crípticos, con el ropaje de nativas cristianas, que pasaban sin levantar sospechas a los ojos de cualquier lego.
Pero antes del macuto, el tronco cargado y las krillumbas cargada existía el cuerpo humano mismo cargado; el cuerpo del practicante al cual se le hacían incisiones en el tórax, espalda y extremidades y en ellos se depositaba, previamente reducida a polvo, la carga en cuestión. Reminiscencia de esta práctica se mantiene aún, atenuadamente claro está, en las ceremonias de iniciación. Y este recurso sí estaba totalmente a salvo de cualquier sospecha o descubrimiento por las autoridades. Estamos en presencia de un hombre que rinde culto, todos los cultos que quiera rendir, a las fuerzas de lo trascendente que se encuentran dentro de sí mismo y esde ahí actúan y se manifiestan de muchas maneras distintas, constantemente. La persona con su cuerpo cargado es teóricamente invulnerable e inmortal. Tiene a Inzambi dentro de ella misma en términos físicos. Pero aún más. Antes, o simultáneamente, de todo esto existían y todavía existen las piedras consagradas que eran simplemente eso: piedras situadas, de forma natural, de manera que no pudieran ser trasladadas o movidas, las cuales se bañaban con un líquido lustral equivalente a la carga mágica. El practicante realizaba sus ceremonias a cualquier hora del día simplemente sentándose sobre ella y dialogando con ella en secreto. Una piedra de este tipo, y con esos atributos, existió hasta no hace mucho en la conga de Los Hoyos en Santiago de Cuba. Un ejemplo claro de macuto lo podemos encontrar entre los Matiabos de Camagüey durante la Guerra Larga, construido con una piel de chivo como envoltorio de la carga mágica. Don Fernando Ortiz, tal como se afirmó antes, dedicó un enjundioso estudio a este caso. A mi modo de ver la nganga, tal como la conocemos, aparece en una fase avanzada del desarrollo inmanente de la regla…]
Cita del libro de: Joel James Figarola: La Brujería Cubana: El Palo Monte.