NFUIRI NTOTO
NFUIRI NTOTO

NFUIRI NTOTO

La importancia que se concede a los «nfuiri-ntoto»(trad. espíritus difuntos) no es menor a la que se concede a los «mpungu» (trad. santos congos) en lo que se refiere a la interpretación del mal por parte del practicante del Palo Monte Mayombe. Los «nfuiri-ntoto», pueden llamar la atención a los vivos de muchas maneras; por ejemplo, una enfermedad, un accidente, formas simbólicas, una aparición, o un sueño[1].

Al igual que los «mpungu», los «nfuiri-ntoto» pueden «apresar» al individuo que permanece indiferente a sus apelaciones o que no se ha preocupado de rendirles culto. Los nganguleros creen que la protección de los «nfuiri-ntoto» es fundamental para la vida de cualquier ngangulero; ya que de lo contrario perdería su vínculo con la naturaleza, la familia y la sociedad.

En el Palo Monte Mayombe, respetar la ley de los difuntos es respetar la ley de los antepasados, que es en definitiva, insertarse en la solidaridad social.

Por otra parte, en este sistema religioso afrocubano, el entablar un diálogo con los «nfuiri-ntoto» no es sólo posible, sino que además constituye una necesidad esencial. El culto que rinden los nganguleros a los «nfuiri-ntoto», no sólo les permite el librarse de ellos, sino que además les permite integrarlos en el universo y en la sociedad de los vivos. De este modo, no existe una discontinuidad entre la vida (en congo, «burire») y la muerte (en congo, «malala»).

La muerte como tal constituye un desorden natural y cultural a un tiempo, y pone en peligro la cohesión de la sociedad, por lo que es anulada. Precisamente, el culto a los «nfuiri-ntoto» consiste paradójicamente en un rechazo hacia los mismos, un rechazo mediante el cual, son recuperados y reinsertados en la comunidad o «nsó-nganga»; y por lo tanto, también es un rechazo a la propia muerte.

Roger Bastide señala acertadamente (1968:104) que en la sociedad moderna occidental los muertos son interiorizados[2]; y como no existe un culto a los difuntos, éstos vuelven a morar en las profundidades del individuo, gobernando a pesar de él todos sus comportamientos. Por ello, algunas veces está fascinado por la muerte, y en otras veces llegar a esta muerte con el temblor de la angustia.

En el Palo Monte Mayombe, por el contrario, los espíritus difuntos o «nfuiri-ntoto» no son interiorizados, sino que son reconocidos, son continuamente invocados, y se les ofrece homenajes y sacrificios rituales periódicamente. Por otra parte, es muy importante el tener en cuenta el hecho de que para los nganguleros, «kambo muna-nfinda» (trad. cementerio) representa un «templo» en el que está permitido el culto religioso a los «nfuiri-ntoto» y especialmente a los «kinyula nfuiri-ntoto» (trad. espíritus difuntos de los antepasados), más que un simple lugar en el que se entierran a los muertos.

La función de la ley de los antepasados apunta a fundar una autoridad, a partir de la continuidad de la tradición. Precisamente, el respetar la tradición es hacer posible la apertura al futuro. Esta tradición vincula los «nfuiri-ntoto» a los vivos, y ofrece a éstos la conciencia de pertenecer a una sola familia prolongada en el tiempo sin una interrupción efectiva. El hecho de que los nganguleros conceptúen a «kambo muna-nfinda» como un «templo», puede comprenderse desde la perspectiva de que es un intento de mantener una misma fidelidad en sí mismos. De este modo, para los nganguleros, los «kinyula nfuiri-ntoto» y los «nfuiri-ntoto» recientes nunca están verdaderamente muertos, ya que el culto que reciben le permite a la familia y al ʺnso-ngangaʺ el sentir su unidad con mayor fuerza.

Puede decirse que en el Palo Monte Mayombe, el culto a los ʺnfuiri-ntotoʺ es aún más importante, que el culto que reciben los ʺmpunguʺ, ya que los naganguleros consideran que los difuntos están más cerca de los vivos. Los difuntos procuran trabajo, procuran remedios curativos, previenen las desgracias, realizan hechizos benéficos y destruyen los hechizos maléficos y las brujerías, velan por la salud, adivinan el porvenir, dan buenos consejos y enseñanzas; en definitiva, están pendientes de los asuntos de los vivos en todo momento como agentes protectores.

Un taita-nganga octogenario lo explica del siguiente modo:

«Los «nfuiri-ntoto» y especialmente aquellos que han abandonado no hace mucho la tierra, recuerdan perfectamente los problemas y las dificultades que tuvieron cuando estaban vivos. Esto es muy importante, ya que por este motivo, se sienten muy dispuestos a acudir en socorro de los vivos cuando éstos se encuentran necesitados; aunque, claro está, esta protección no es «gratis», sino que la ofrecen a cambio de que se les atienda y de que se les obedezca en todo».

Ha podido comprobarse que en todos los «nsó-nganga» frecuentados y en las casas de todos los nganguleros que han colaborado en este escrito, siempre hay una «bóveda espiritual» o altar espiritista en el cual reciben culto los difuntos y en torno al cual se desarrollan prácticas espiritistas afrocubanas. También han podido observarse algunos vasos de agua, jícaras con aguardiente y tabacos como ofrendas de carácter permanente (llamadas «asistencias», o «asistencias espirituales») sobre el suelo y que están dedicadas a los difuntos. Junto a estas ofrendas o «asistencias espirituales», hay muñecos o figuras toscamente talladas en madera o realizadas con trapos que representan a aquellos espíritus protectores que son objeto de dichas ofrendas.

Sin duda, los nganguleros viven siempre pendientes de los «kinyula nfuiri-ntoto» y de los «nfuiri-ntoto» protectores a lo largo de sus vidas. Los invocan al inicio y al final de todos los rituales religiosos para obtener su «licencia» (permiso), buscan su colaboración cuando realizan sus hechizos, y les consultan antes de tomar cualquier decisión que se considere importante en la vida. A través de las invocaciones, las plegarias, los cantos, las ofrendas y los sacrificios rituales de animales, los nganguleros evitan la «persecución» de los difuntos. Esta «persecución» como castigo de los difuntos constituye el segundo modelo de interpretación del mal en el Palo Monte Mayombe, encontrándose en el mismo plano que en el esquema referido a los «mpungu» o santos congos.


[1] Aunque aquí se habla de los «nfuiri-ntoto» o espíritus difuntos en general como segundo modelo de interpretación del mal en el Palo Monte Mayombe, también se están incluyendo a los «kinyula nfuiri-ntoto» o espíritus difuntos de los antepasados.  

[2] En cuanto a la interiorización de los muertos en la sociedad moderna occidental, Roger Bastide (1968:104) señala: «Ios muertos siguen obsesionando al individuo: de ahí, el papel de las imágenes paterna o materna, sacado a la luz por el psicoanálisis; padre y madre constituyen imágenes que, desde las-profundidades del yo, gobiernan los hilos de nuestros gestos, de manera que nuestro comportamiento es menos el de nuestras voluntades que el de los muertos que permanecen escondidos en nosotros».