KIMPA
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KIMPA

La hechicería mayombe

La «kimpa» o hechicería debe de ser aquí tratada como un elemento estructural que forma parte del sistema religioso afrocubano que aquí ha sido elegido como objeto de disertación: el Palo Monte Mayombe. En un principio podría haberse realizado un cuadro puramente descriptivo de las prácticas de hechicería que se desarrollan en este sistema; no obstante, no se hubiera avanzado demasiado en la comprensión.

Una comprensión profunda del sistema religioso necesita el que no se tengan en cuenta las apariencias, sino que se transcienda desde ellas a las motivaciones profundas para descubrir el orden que subyáce en el sistema o la búsqueda de un orden, es decir, la protección contra todas las perturbaciones del orden natural y social. Para ello, basta con considerar desde cerca el significado del ngangulero que realiza hechizos benéficos, el ngangulero que realiza hechizos tanto benéficos como maléficos, y el individuo no especializado que realiza prácticas maléficas de brujería, para ver el hecho de que su sola existencia tiene una función estructurarte en el universo del practicante religioso del Palo Monte Mayombe.

Estos tres personajes han sido creados por el consenso social y siempre están vinculados entre sí para remediar el acontecimiento, es decir, lo imprevisible, gracias a los poderes o facultades de los que han sido depositarios. Los tres son otros tantos significantes capaces de racionalizar lo irracional. Estos tres personajes en cuestión, permiten al sistema religioso un modo de despegue completo que, de antemano, da cuenta de la presencia del mal en la sociedad y que proporciona la protección contra ese mal.

Por otra parte, la vida humana está hecha de incertidumbres, de conflictos, de contrariedades, de modo que la sociedad está continuamente amenazada de disolución y de regresión al orden natural, es decir, amenazada de muerte, si nada se hace para asignar un lugar a cada uno y a las cosas, para operar una distribución del bien y del mal, para explicar o dar sentido a las perturbaciones sociales y naturales. Además, la existencia de espíritus protectores y de espíritus malvados, unida a la posibilidad de que cada «mpungu» pueda ser igualmente benéfico como maléfico según el comportamiento del ngangulero, permiten de por sí la existencia de ritos religiosos con el objeto de prevenir el mal o conjurarlo y, por tanto, de mantener un cierto orden social.

Al proceder al análisis de las posiciones respectivas del ngangulero que realiza hechizos benéficos, del que realiza hechizos tanto benéficos como maléficos, y la del individuo que realiza prácticas maléficas de brujería, puede comprenderse el funcionamiento del sistema religioso.

No obstante, antes de proceder al análisis de dichas posiciones, conviene señalar cuáles son los nombres que reciben las prácticas de hechicería o «kimpa» que son de carácter benéfico y aquellas que son de carácter maléfico; y también, las prácticas maléficas de brujería, es decir, aquellas prácticas realizadas por un individuo (el brujo) que no es especialista y que por lo tanto carece de unos conocimientos técnicos que sí posee el ngangulero (función de hechicero). A continuación se expondrán los nombres que reciben estas prácticas:

(A) «Nganga» (trad. «nganga» sacerdote). Recibe este nombre el conjunto de todas las prácticas rituales de culto y de hechicería de carácter benéfico.

(B) «Nganga-Ndoki» (trad. «nganga» del Espíritu del Mal). Recibe este nombre el conjunto de todas las prácticas rituales de culto y de hechicería de carácter maléfico.

(G) «Kelembo» (trad. brujería). Recibe este nombre el conjunto de todas las prácticas maléficas de brujería.

Se dice que un «taita-nganga», una «mama-nganga», o cualquier ngangulero, «ha jurado Nsambia», cuando las prácticas religiosas de culto y de hechicería que realiza o bien participa son de carácter benéfico.

En cuanto al «taita-nganga», la «mama-nganga» o el ngangulero que realice o participe en prácticas religiosas de culto o de hechicería tanto de «Nganga-Nsambi» como de «Nganga-Ndoki», se le llama «nkele yolé lembo»; esto es, que ʺsirve a las dos manosʺ.

Finalmente, al individuo que realiza o participa en prácticas maléficas de brujería, se le llama «impúbulo»[1] o también «bandoki» (trad. brujo malvado)[2] .

Para el practicante religioso del Palo Monte Mayombe, el recurrir al «taita-nganga» o a la «mama-nganga» que realice prácticas religiosas de culto y de hechicería de «Nganga» está considerado como algo permisible. En ningún momento este recurso es considerado en el lado de la negatividad pura.

El «taita-nganga» y la «mama-nganga» conocen la mitología, toda la ciencia de los «mpungu», mantienen una relación con éstos por haber sido elegidos sacerdote y sacerdotisa respectivamente por ellos mismos, y merecen la confianza absoluta de los fieles. Recurriendo a este «taita-nganga» y a esta «mama-nganga» cuyas prácticas religiosas corresponden a la «Nganga», se procura entender mejor el mensaje de los «mpungu» y adecuar la propia voluntad a ese mensaje.

Están impulsados por una vocación sobrenatural, son los intérpretes de los espíritus, están investidos de poderes, y se les considera «sabios».

Cuando fallece el «taita-nganga» o la «mama-nganga», el practicante religioso siente que su mundo se derrumba. No obstante, el «taita-nganga» y la «mama-nganga» son un producto social. La función que desempeñan como intérpretes de los espíritus, directores del culto religioso y realizadores de hechizos benéficos, está trazado de antemano por el consenso social, que coloca en ellos el aspecto religioso y positivo del sistema religioso del Palo Monte Mayombe.

Por el contrario, el practicante religioso considera como prohibido, deshonroso e insociable el recurrir al «kelembo» o brujería. En las conversaciones mantenidas con los nganguleros, se ha observado como habitualmente se habla del brujo como el individuo que interrumpe el orden social y el equilibrio de las fuerzas en el mundo. De hecho, es preciso el analizar al brujo especialmente en su relación con el «taita-nganga» y la «mama-nganga» que realizan prácticas religiosas de carácter benéfico, es decir, de «Nganga».


[1]  La palabra «impúmbulo», tiene dos acepciones: «criminal» y «brujo malvado». 

[2]  Conviene señalar que la palabra «brujo» se presta a equívocos en el lenguaje coloquial cubano, ya que puede referirse al individuo que realiza prácticas maléficas de brujería; como también, puede significar «sabio», e incluso se emplea para designar algo muy poderoso; por ejemplo, un «resguardo» o una «nganga». Muchos nganguleros llaman «brujo» a la «nganga», ya sea «cristiana» o «judía», e incluso a los «wuangankise» (trad. collares protectores) y a los «resguardos». También se ha observado como algunos afrocubanos llegan incluso a llamar «brujo» al «orisha» que «habita» en un receptáculo de la Regla de Osha o a los «resguardos» que les ha entregado algún santero para expresar que aquello que poseen es poderoso, aunque ello provoca la repulsa y la indignación de muchos «babaloshas» e «iyaloshas».

La naturaleza del concepto «brujo» es muy amplia, así como su actuación, manifestándose la transformación paulatina de «sabio» a «brujo», esto es, la superposición semántica de ambas representaciones. También ha podido comprobarse como algunos de los nganguleros se han autodefinido «brujos» queriendo expresar que eran «sabios». No obstante, ellos mismos en ocasiones rechazan el que se les llame «brujos» cuando se percatan de que tal identificación pudiera dar a entender que realizan «daños» y brujerías, afirmando entonces que no son «brujos», sino «hechiceros» o «sacerdotes» congos.