La Palma Real (Roystonea Regia O.F. Cook) árbol nacional de Cuba, fue para los Congós una fuente de inspiración, por sus propiedades, curativas y mágicas, en su áfrico natal existen otras muchas especies que ellos reverenciaban como sagradas, sobre todo la Elaeis guineensis Jacq por la importancia comercial que tenía su aceite, comercializado ampliamente desde tiempos remotos y además un material útil para la fabricación de casas y cobertizos. En Cuba la Palma real ya era sagrada para nuestros aborígenes lo que contribuyo significativamente a mantener esa tradición, sus “poderes” eran entendidos por los africanos por diferentes razones.
Su tronco vertical, claramente fálico denotaba su poder masculino y viril y por consiguiente es poseedora de “poder y fuerza”, la corona de hojas o penachos de las palmeras africanas es desde la antigüedad usada como símbolo sagrado de alianza, para ellos sus hojas simbolizan las alas de los grandes pájaros mitológicos. Y su aspecto más importante, por su altura hace de pararrayos natural, es decir, atrae los rayos por lo tanto posee una clara propiedad de simpatía con el Nkisi Nzazi (deidad del rayo) el más poderosos nkita, por consiguiente, es su altar por excelencia, de aquí que sea en este árbol donde se busque la tan ansiada y portentosa Piedra de Rayo por sus sobrenaturales poderes.
Su tronco habitad de numerosos pájaros y pequeños incestos, además del mágico pájaro carpintero, animal emparentado con Nzazi, (la especie africana es la Sasia africana, y el ruido que produce su picotear ellos lo asemejan al trueno) aportaba credibilidad a la idea de que era una planta donde se manifestaba la fuerza del esté nkisi más que en ninguna otra.
Los nganguleros de antaño realizaban una ceremonia que consistía en pintar su tronco de blanco utilizando para ello cal o caolín (Mpèmba) en noche de luna nueva, luego seleccionaban el séptimo o noveno anillo contando desde abajo hacia arriba y le clavaban lo que se conoce en Cuba como clavos españoles en los cuatro puntos cardinales del tronco para cargarlos de la energía del Nkisi Nzasi, pasado los días de tormentas los retiraban y con ellos preparaban amuletos que fungían como guardianes de las puertas de los nsó-nganga, aunque también podían utilizarlos par infringir daño a un enemigo dejándolo clavado por donde este pasaba. Era tal la reputación de esta planta que las nganga y otros instrumentos de poder dedicadas a este Nzasi eran enterradas entre sus raíces convencidos de que así adsorberían más fuerza.
Por último dos anécdotas, este árbol poseía dos elementos esenciales para el mayombero de otra época. Uno, su yagua, de ella se extraía la fibra para fabricar junto a la tela de cocotero la casimba, una especie de nido que era colocado en el “fondo canasta” donde asentaban las sustancias mágicas que contenía la nganga de Nzasi-Nzasi o su “tratado”. Y dos, con las ramas secas y ya despojadas de sus frutos se preparaban las escobas que antaño utilizaban los congós para volar al son de las palabras mágicas: YETU ZOLA VEVUMUKA.