El Jagüey o Mata Palo es conocido en la lengua palera como Abracamundo o Nsanda, es una especie de la familia de las Moraceae, especie Ficus y aunque el cubano es solo similar al africano (Ficus thonningii) ambos tienen las mismas propiedades, curativas y mágicas. En Angola se le llama Mulemba y entre los Bavili Nsanda. En Cuba desde tiempos de la colonia al jagüey se le toma como símbolo de ingratitud y traición, debido a que busca apoyo en otras plantas, a las que poco a poco va abrazando hasta que las ahoga. (Vea también: Jagüey: el árbol de Judas)
A Nsanda entre el pueblo Loango se le considera el padre de todos los arboles, símbolo de los antepasados (Bakulo) y de donde nació la humanidad. Su imagen misteriosa en las noches de luna nueva ha sido motivo de innumerables historias populares, apariciones fantasmales y espíritus nocturnos que deambulan por sus alrededores, por tal motivo son pocos los que se atreven a merodear de noche por sus cercanías.
Como la Ceiba, nkondo en la lengua del palo monte, su ecosistema da cobijo a numerosas especies animales, murciélagos, lagartijas, arañas, hormigas etcéteras, por consiguiente, se le considera emparentadas con estas especies del reino animal. En realidad, es un árbol paracito que adsorbe la vida de su anfitrión hasta ocupar su lugar, lo que en la mentalidad bantú se interpreta como un simbolismo de poder, se cree que adquiere las propiedades del árbol al que se fija y por este motivo cada Nsanda es diferente a otra.
Los nganguleros cubanos entre sus raíces se hacen sacrificios, ofrendas e invocaciones a los Ba-nkisi, Deidades-Espíritus del Palo Monte, además, tiene sus raíces aéreas que penetran la tierra y se agarra a ella con fuerza y esa tención crea una “poderosa vibración” que nutre y fortalece a la nganga de dedicada a esta espiritualidad.
Este árbol sagrado al igual que la Ceiba posee una conexión especial con los ancestros, habida cuenta de que puede ver pasar varias generaciones, este aspecto le concede poder añadido por el respeto de los bakongo por los ancianos y a su vez le otorga una jerarquía superior a la de los otros árboles sagrados. Los árboles de jagueyes más viejos con sus prominentes barbas, se asemejan a la visión que el Congo tiene de sus ancestros, en estos pueblos se le considera un árbol justo y bajo su sobra se imparte la justicia tradicional. En el pueblo de Mbanza Kongo en la República Popular de Angola y que fue la antigua capital espiritual y política de los bakongo existe una Nsanda donde esta acreditado que fueron investidos de autoridad los antiguos gobernantes bakongo.
Antes hablábamos de la tensión que generan las raíces de este árbol cuando penetran la tierra para convertirse en ramas esta particularidad que a diferencia de los otros árboles de ramas verticales genera fricción (lucha y dinamismo, en la mentalidad bantú) entre la tierra y el árbol es por lo tanto generadora de una fuerza mágica de incalculable valor para los nganguleros conocedores de esos “misterios”, quienes utilizan casi todas las partes de este árbol e incluso la tierra circundantes para conformar sus nganga, prendas o fundamentos (como sea la costumbre de llamarle de casa munanso o linaje), arrancar de Ngudi Ntoto (Madre Tierra) lo que ellos consideran es su nxi el espíritu que la anima. Muchos utensilios mágicos de los nganguleros son enterrados o atados a la ramas de este árbol para qué se impregne de su vibración y obtenga así su poder restaurador y dinámico lo que le otorga a ese instrumento una fuerza descomunal en comparación a otros objetos de poder. Vale destacar que en Cuba el uso de este Ficus o su similar llamado falso laurel un laurel de las Indias se le otorga características similares y es ampliamente conocido que muchos mayomberos de antaño enterraban sus instrumentos o mpaka mensu para obtener el poder de la doble visión.
Nsanda es una planta que además contiene el látex, por lo cual está emparentado con ritos de la iniciación, ya que el simbolismo del látex está relacionado con la leche materna y el esperma masculino ambas sustancias símbolos por antonomasia de las ceremonias iniciáticas.