Malongi ma Bantú
Malongi ma Bantú

Malongi ma Bantú

CONCLUSIONES

  • El discurso palero se caracteriza, en términos generales, por poseer una base léxica kikongo complementada con algunas voces putativas o creaciones de los portadores de la «lengua»; por ejemplo: esa moana ta matunga ‘esa niña está enferma’. Matunga se deriva del español «matar», voz castiza que nada tiene que ver con lengua africana alguna. Estos valores basilectales (de la lengua sustrato) se insertan en un discurso castellano cuya fonética es deformada y su morfosintaxis, simplificada, al estilo del bozalismo de los siglos XVIII, XIX, y primeras décadas del XX.
  • Por lo dicho anteriormente (y lo que he podido apreciar en las ceremonias paleras) no se justifica una matriz multilingüe bantú en la Regla de Palo Monte, como afirman algunos estudiosos del tema.
  • Las voces kikongo han sido adaptadas a la fonética, y algunas de ellas también a la morfología española. Se observa: (a) epéntesis de vocal ante grupo consonántico nasal + oclusiva (enganga x nganga), nasal + fricativa (emfumbe x mvumbi), nasal + lateral (enlele x nlele), (b) pérdida de nasalidad (Sambi x Nzambi; sunga x nsunga), (c) pérdida de sonoridad (ensó x nzo; ensila x nzila), (d) cambio de timbre vocálico en posición final (enkise x nkisi; enkuyo x nkuyu), (e) uso de la vibrante [r] en lugar de la oclusiva [d] (matari x matadi). Adaptaciones morfológicas al español se dan en los casos como: enkangar ‘amarrar’ [<kik kanga ‘atar’ + sufijo verbal esp. ar], lekando ‘durmiendo’ [<kik. leka ‘dormir’ + sufijo de gerundio esp. ando], makuteo ‘invocación al fetiche’ [<kik. makutu ‘sacos’ + sufijo de sustantivación esp. popular eo][1].

(4) A diferencia de lo que siempre se ha apuntado no es precisamente el culto a los bakulu, ancestros muertos, lo que caracteriza a la Regla Conga. Ni a nivel de familia ni de comunidad ha existido en Cuba este tipo de creencias que marca a todo el mundo bantú, en particular, y a África, en general.[2] Como es lógico, a ningún negrero portugués o de cualquier otra nación se le iba a ocurrir capturar o comprar en el Bajo Congo una familia ampliada con todos sus miembros, trasladarla a América íntegramente y depositarla en nuestro suelo con todos sus atributos ancestrales, incluyendo sus difuntos. Así, entonces, hubiera sido posible reproducir en el nuevo referente los ritos de pasajes (nacimiento, arribo a la adultez, casamiento, muerte, vuelta del espíritu a casa, bautizo del sobrino o nieto con el nombre del ancestro muerto, etcétera) típicos de la ancestralidad bantú. Pero todos sabemos que eso no ocurrió así. Ni mucho menos a ningún esclavo le habría interesado realizar ceremonias (rituales comunales) para que la cosecha del blanco prosperara, ni rituales de los primeros frutos ni de la producción de lluvia donde se le hacen ofrendas al ancestro fundador.[3] El muerto que tiene el gangulero en su enkise casi nunca pertenece a su linaje; puede ser, por ejemplo, el ánima de una mujer mala, de un asesino implacable o de un hombre famoso; pero nunca, un mukulu, ancestro. El conguito, el chino, el indio (sioux o apache, que no aruaco)[4] con que cuenta el practicante en la «comisión» de entidades protectoras tampoco son ancestros tutelares y mucho menos parientes consanguíneos (aquí exceptuamos, por ejemplo, al abuelo o padre de un palero que haya sido practicante y que se menciona como entidad en la «obra espiritual», ceremonia que precede al rayamiento). El fundamento del palero cubano no puede considerarse como el lukibi lwa bakulu congo, cofre o recipiente que guarda las reliquias de los ancestros del clan, sino, más bien, es el receptáculo mágico de un nzo nkisi o choza del fetiche protector o de una nzo nganga o casa del adivino.

(5) En la praxis palera sí pueden reconocerse tres componentes de los credos bantúes: el kinganga, sacerdocio tradicional, donde se combinan la adivinación, la cura y el exorcismo; el kinkisi, es decir, el fetichismo[5] protector, o más bien, una hierofanía o manifestación de lo sagrado a través de objetos naturales o creados por el hombre, y el kindoki o hechicería.[6]

[1] Las causas de estos cambios fonéticos y de las adaptaciones morfológicas son tratadas ampliamente en Fuentes Guerra (2002 y 2006). Véase también Fuentes Guerra/ Schwegler (2005).

[2]  Residuos de culto ancestral puede observarse únicamente en los ritos funerarios, i. e. cuando muere un tata nganga de cierto prestigio, y, muchas veces, cuando se menciona a un tata muerto (padre del oficiante) en la «obra espiritual» que antecede al rayamiento. Pero, estos son hechos aislados dentro del complejo ritual caracterizado por el culto a la nganga y su centro de fuerza. No es lo mismo culto a los muertos (al muerto de la nganga), que culto a los ancestros (como ocurre en el África bantú).

[3]  Una descripción detallada de las ceremonias comunales y de los rituales relacionados con el linaje y la parentela (ritos cíclicos y de cumplimiento) puede verse en Fuentes Guerra (2003).

[4]   Las imágenes de indios que podemos observar en las casas de los practicantes de todas las religiones afrocubanas se corresponde con las de las etnias nativas de Norteamerica (de los western o películas de cow boys) y no, como sería lo lógico, con las de los aborígenes antillanos.

[5]   Coincido con B. I. Sharevskaya (en Africa-Religión, Entralgo, 1979) en que «el fetichismo, indudablemente, es un componente integral importantísimo de los cultos tradicionales de África, como lo es también de las religiones de los demás continentes. Pero el fetichismo [como ocurre también, por otra parte, con el animismo y el manismo] no abarca todo el contenido de las religiones africanas y no es siquiera una peculiaridad específica de estas religiones»

[6]  Aquí pudiera añadirse también, como un resumen de todo lo dicho supra, el kimvumbi (pal. kimfumbe) o culto a los muertos.