La Majagua o Musinga
La Majagua o Musinga

La Majagua o Musinga

He querido relatar este episodio del libro Joel Jame Figarola “Sistemas mágico-religiosos cubanos: principios rectores”, por ser una versión mejor elaborada de la que aparece en el libro de Lydia Cabrera “El Monte”. Aquí además de la “receta mágica” el autor desmenuza con exactitud y profundo análisis, que es un trabajo de magia palera en varios de sus aspectos.

[…Si se está sufriendo por causa de gente chismosa, bretera o calumniadora, la maledicencia puede contrarrestarse o al menos neutralizarse, cogiendo siete tiras de la majagua, siete pastillas de añil corriente, igual número de lenguas de reses recién sacrificadas, las cuales, con un cuchillo no utilizado antes para nada, totalmente nuevo, de un solo golpe se les atraviesa de lado a lado; el acto de herir de semejante manera las vísceras de los animales es un punto absolutamente indispensable; de fallar tiene que comen­zarse el trabajo de nuevo; luego se incorporan dos velas al conjuro; una se parte en dos y se menciona en alta voz el nombre del principal bretero o lengüilargo, al tiempo que la vela partida se enciende, delante del caldero, con el pa­bilo hacia abajo. Durante siete minutos se mantiene ar­diendo y después el oficiante debe apagarla en el tajo he­cho con el cuchillo en algunas de las lenguas, las cuales vuelven a ser heridas fuertemente, siete veces más; en cada nueva abertura llevada a cabo con el cuchillo recién estre­nado, se coloca una pastilla de añil al tiempo que se re­quieren los favores de las fuerzas del mar para que deten­gan, y castiguen, la mala conducta de quienes hablan en falso, insidiosos, o simplemente indiscretos y propaladores de juicios e informaciones que en criterio del Tata nganga no deben ser conocidos.

Joel Jame Figarola

El residuo de las velas al consumirse, la masa de cera amorfa que queda de ellas, se llevará al mar, previamente invocado en su potencia, en su condición de Mpungo, jun­to con las lenguas heridas y trabajadas, pero se cuidará mucho de no lanzarlas al agua. El paquete de velas y len­guas amarradas con las tiras de majagua cada una de las cuales ha sido previamente anudada varias veces en sí misma, paquete que de hecho constituye ya un musango, es llevado por su portador hasta la orilla del mar tres ve­ces, retrocediendo luego de cada golpe de olas tres veces también, llamando lo más alto posible, con su propio nom­bre, al individuo o a los individuos que se pretenden amarrar para que no dañen más. Por último el musango se deja en la línea del rompiente misma, a merced de las olas, para que las fuerzas trascendentes que las impulsan, que están en ellas, que son ellas mismas, se hagan cargo del maldiciente, lo torture, arrastrándolo y golpeándolo, hasta destruirlo por completo tal como merece la insidia. Está muy extendida la creencia de que al final la calum­nia, y posiblemente el calumniador, quedarán destruidos y cuando no al menos aman a dos para siempre por las atadu­ras de las tiras de la majagua que encierran a uno y otro sólidamente.

No es difícil de comprender que:

  • Las lenguas de reses representan la de los habladores.
  • El conjuro en general es una representación, anticipada y figurativa de lo que se desea y pretende que suceda con los chismosos.
  • El musango, el bulto, representa tanto al chismoso como a la calumnia misma.
  • Las llamadas en alta voz con el nombre del o de los lengüilargos, son expresiones de representación por sim­ple nombramiento.

Quedan dos preguntas en pie: ¿Por qué un cuchillo nunca usado antes y que, además, nunca se volverá a utili­zar? ¿Por qué amarrar el musango con las reforzadas tiras de majagua, cuando esto, obviamente, dificultará la labor destructiva de las olas sobre el paquete que es decir su castigo hacia los habladores?

 La condición de puñal nuevo para la eficiencia del tra­bajo, es un derivado secundario del principio de consustanciación, impregnación o imantación. Restos de la con­dición más profunda de un acto mágico, permanecen en el instrumental utilizado para su culminación. Restos no sólo de los materiales utilizados, de sus sustancias particulares y de su sustancia común elaborada como una sustancia nueva en el proceso de fabricación del musango, sino res­tos de la intención misma que guió la mano y la mente del palero delante de la nganga en un momento determinado. Estos restos, virtud de una suerte de contagio mágico, pue­den permanecer en el cuchillo en una manera o en otra, y reflejarse, como un componente extraño y quizás hasta contraproducente, en exorcismos futuros.

Las tiras acordonadas de majagua atando el musango, obedecen a otras razones. En la medida en que el musan­go sea más fuerte, dure más en el oleaje, sea más difícil de romper por éste, los maldicientes sufrirán más. No hay en ello riesgo de que la maledicencia continúe a pesar de la agonía de sus portadores, por cuanto la misma debe ce­sar al finalizar la construcción del musango. Así pues se ata más fuerte o menos fuerte en razón del grado de casti­go y de sufrimiento que se desea proporcionar. Un musango bien construido, fuertemente atado por los cordeles de la musinga, que dure años en el oleaje, se considera que con­ducirá a las víctimas a las postraciones también por años, a que comiencen a pudrirse aún en vida y a que, con el últi­mo nudo de majagua, se le hiele la mano sobre el pecho.

Al igual que el muñeco, el animal u otra persona en el trabajo de cambiar la vida, aquí la representación múltiple es también evidente: el musango por el individuo; la po­tencia del oleaje por la violencia de las enfermedades.

Continuando con la majagua pero volviéndola a ver ahora desde la apreciación exclusivamente conga, sin ol­vidar que estamos subrayando sus supuestos poderes para aquilatar mejor la importancia que posee el rito de cambio de vida, pueden ser resaltados algunos criterios o creen­cias concretas. Así se considera que los reptiles, particu­larmente el majá, huye de la majagua porque ésta los destruye eliminando la flexibilidad de sus cuerpos, es de­cir, les quiebra su posibilidad de reptar, que es obviamente la razón de su existencia, quebrándole la unión o juntura de sus huesos, lo que popularmente se denomina descoyuntarlos. La influencia perniciosa de la majagua sobre los reptiles no es sólo por contacto directo, sino tam­bién puede obrar a distancia. Así para detener la marcha de un majá, será suficiente con lanzarle a su paso una rama de majagua.

Si un Tata nganga en su prenda o caldero ha puesto un pedazo de tronco o rama de majagua, o simplemente de corteza del árbol, o de sus hojas enteras e incluso pulveri­zadas, tiene que sustraerse, pese a sus deseos por la impor­tancia que el reptil tiene dentro del orden Congo como vi­gilante de la nganga, de tener un majá no ya en el cuarto de culto, sino incluso en toda su casa porque el elemento o la sustancia proveniente de la majagua, con toda la autori­dad que se deriva del hecho de representar por derecho propio todas las potencialidades mágicas del árbol, des­truirá al ofidio, obrando a distancia, más tarde o más tem­prano…] Fin de las citas.

Note el lector la importancia dentro del Palo Monte de la afinidad de los elementos que componen la nganga, prenda o fundamento y que intervienen en el hechizo, como el caso de la majagua y la serpiente. Este es un principio ineludible para la consecución de los propósitos mágicos dentro de los ritos. Entiéndase que “una fuerza superior anula el efecto de una fuerza inferior” o también pudiera decirse que dos o más elementos que en la naturaleza son contrarios o antagónicos conservan esa cualidad en el ámbito de la magia y por consiguiente es perjudicial “trabajarlos” juntos. Con esto quiero concluir que no vale todo elemento para la magia sino que estos deben usarcé bajo un riguroso criterio de “Principios Mágicos Elementales” y que no es una cuestión de que mientras más elementos tengan un hechizo o unganga es más efectivo, sino de que en su conjunto, hechizo y nganga sean armónicos y complementarios.

Un “tratado” en la práctica ritual del Palo Monte no es más que cualquier “trato” o formula ritual especifica que se hace entre el tata nganga o la yaya nganga con una “potencia mágica” ya sea un espíritu, una “fuerza” sobrenatural o nkisi. Tan simple como eso. Me remito a como me explico mi viejo Tata sobre este particular y su “tratado” con la Majagua (Hibiscus elatus):

“…Cuando el mayombero va pal monte a “buscar” la virtud de un palo, bejuco, raíz o cualquier bicho, si no tiene “tratado” con la Nfinda solo se regresa con la medicina o con cosas de uso normal. Para “atrapar” la virtud espiritual de los, palo, piedras, o animales, la cosa es así…  voy al monte a cortar unos palos para hacer un bajareque, los corto y ya tá ¡eso si respetando la Luna! Si no cogen comején. Ahora si quiero que esos palos me sirvan pá “wanga”. Que el palo tenga “poder” lo corto con una “trato”.  Le canto:

Palo tu no juga conmigo, palo tu no juga conmigo…

Majagua yenyere ko ¡yo te vengo a buscar!

Majagua yenyere ko ¡dame licencia!

Conocí la Majagua y me quedé loco con esa mata, ¡sirve para tó! Calavera mi padrino que en paz descanse, fue quien me enseño como tenía que hacer mi “tratado” con la Majagua para apoderarme de su “poder”. Me dijo que tenía que buscar una mata en el monte que estuviera sana, me cerciorada bien que no estuviera cujeada (trabajada) por hierberos porque esas matas no sirven, las matas donde cortan los hierberos están siembre “disgustadas” ellos van y cortan sus palos sin respetar los ritos, y eso pone brava a la mata. Al pie de la mata del lado por donde le da el sol en la mañana o por el lado donde le da en la tarde dependiendo del “tratado” que quiera hacer con el “mpungu” de la mata, enciendo mi tabaco y ¡pido disculpa, por si molesta el humo!, hay que ser educado con las matas como cuando tu vas a casa del vecino, a fin de cuenta que tu vaya a la casa de la mata a ella le importa un comino y si la molestas no te dará ni carajo. Me enredo en una conversa con él. Le digo todo lo bueno maravillosos que es, porque hay palos que son muy engreídos y les gusta que los adulen ¡como la siguaraya! ¡Carajo! A ese palo como le gusta que uno le guataqueé (adulen).