Madre Melchora
Madre Melchora

Madre Melchora

Negra ci­marrona, hábil y astuta matrona de un palenque en Vuel­ta Abajo (Pinar del Río) en el siglo XIX, que se convirtió en leyenda. Madre Melchora estaba al frente de una cuadrilla fantasmal que no se dejaba capturar. Resistió durante años, con unos 40 esclavos apalencados en los lomeríos de la sierra del Rosario, utilizada como asentamiento por otros cimarro­nes, por ser uno de los sitios más selváticos de las cabe­zadas del río Santa Cruz.

La Madre Melchora conocía todos los parajes don­de su cuadrilla podía refugiarse, y así dispersarse ante los ladridos de los perros de los rancheadores. La negrada de la madre Melchora fue una pesadilla para el rancheador Francisco Estévez, quien la cita reiteradamente en su cé­lebre diario de fechorías, llevado a la imprenta por Cirilo Villaverde.

La leyenda cuenta que era una yaya nkisi malongo, aunque su procedencia era arará. Fue iniciada por un congo de apellido Lombillo quien le entrego un nkisi que era un machete (mbele) al que ella misma daba de comer una vez por año, es decir le hacia el sacrificio ritual. Utilizaba para tal acto litúrgico el propio machete al que llamaba Macaperro y según se dice nunca fue lavado con agua sino con aguardiente y mucha manteca de corojo, para mantenerlo caliente. El mencionado artilugio mágico nunca se separaba de ella enfundado en cuero de chivo a su cintura, la funda era renovada cada año con el chivo de sacrificio, el cual tenía que ser negro viejo de largas barbas con cuernos prominentes y totalmente silvestre. 

Su marido Juan gangá, caballo de Nsasi, era otro apalancado de quien se dice era un mayombero capaz de convertirse en varios animales y asustar a los perros de los rancheadores que le perseguían, y hasta de volverse invisible. Por tal motivo vivió mucho tiempo en libertad. Era tal su fama que siendo prófugo dormía dentro de los barracones de los ingenios de la zona donde iba a comerciar y a buscar esclavos que quisieran unírsele a la “tierra de Guinea” forma en que los esclavos llamaban a los palenques porque allí eran libres y gozaban de derechos como en su áfrica natal.