«MATIABOS» (Parte 1)
«MATIABOS» (Parte 1)

«MATIABOS» (Parte 1)

La Secta Conga de los “Matiabos” de Cuba

Por: D. Fernando Ortiz

Desde que publicamos en 1916 nuestro libro Los Negros Es­clavos hemos combatido la creencia, por entonces muy co­mún, de que los negros africanos tenían tal inferioridad en la escala de la cultura humana que por naturaleza erran irre­mediablemente serviles y como predestinados a la esclavitud. Esta prejuiciosa idea venía de la remota antigüedad, era atribuida a Aristóteles y servía para justificar filosóficamente la esclavitud, tenida como institución de origen «natural».

 La teoría aristotélica se aplicaba así a blancos como a ne­gros; pero para justificar dentro de la cultura judeo-cristiana la esclavitud de los negros de África y luego la de los indios de América, se inventó una nueva teoría, tan falsa como la anterior, aunque se decía que estaba basada en la Biblia. Se­gún el libro del Génesis, Noé después del Diluvio Universal inventó el vino, exprimiendo el jugo de las uvas y dejándolo fermentar. Bebiéndolo sin conocer sus excitantes efectos, el patriarca cayó en un estado de embriaguez impropio4le su elevado rango, y Cam, uno de sus hijos, al observar sorpren­dido las extravagancias que hacía «el viejo» en su insólita – condición de ebrio, se rió de él; por lo cual Noé maldijo a toda su descendencia, condenándola por generaciones y ge­neraciones a que fuesen esclavos de las estirpes de sus her­manos Sem y Jafet. Aunque la Biblia en realidad no contiene tal maldición, esta fábula fué propagada durante siglos con­tra la gente de color, así negros como indios, y lo mismo por los teólogos católicos que por los protestantes.

Con referencia a Cuba fue mantenida esa anticristiana f creencia, aun después de iniciada la guerra independizadora de 1895, en un libro titulado La guerra separatista de Cuba que se publicó en Madrid por el P. Juan Casas, entonces Provisor del Obispado de la Habana. Pero no tenían razón el pagano Aristóteles, que según el P. Bartolomé de las Casas está en los infiernos, ni los clérigos de la impía exégesis, que ál Éso estén con aquel filósofo, metidos en un mismo calde­rón. No hay razas nobles ni serviles, por obra de la Natura­leza ni por castigo bíblico. Y los negros, como las demás gentes, han sido esclavos y también han roto sus cadenas y sacudido su esclavitud siempre que han podido, en Europa, en América y en todas partes.

Ya gn 1503, antes de ser conquistada Cuba, cuando ya comienzan a abundar los esclavos negros en la isla Española, allí introducidos por los Reyes Católicos, el gobernador del Nuevo Mundo tuvo que escribirle al rey Fernando V que no le enviase más negros esclavos porque se rebelaban y se unían con los indios. Pocos años después, el Virrey Don Die­go Colón sufrió una insurrección de esclavos negros. En 1528 se dispuso que no se trajesen a Cuba negros de la ve­cina isla Española, porque incitaban a los indígenas a que se alzasen; y en 1538 el nuevo alcalde mayor de Santiago de Cuba halló que muchos negros sublevados mataban a es­pañoles y a indios y tenían tan aterrada la población que «nadie osaba andar por la tierra». Y así ocurrió siempre que. Los esclavizados tuvieron oportunidades y esperanzas de librarse de la esclavitud, la cual fue institución mantenida por TÍ fuerza y consagrada por leyes y religiones.

En toda América, sin exceptuar a Cuba, mientras duró la esclavitud hubo esclavos que se fugaban a los montes y se quedaban en ellos para siempre, formando a veces poblados con sembradíos de conucos y corrales de aves y cerdos, y hasta con palizadas y trampas, a manera de fortificaciones.

Alguna de esas defensas era muy usada en África, con­sistentes en estacas puntiagudas o púas de madera que se clavaban en tierra con su aguda punta hacia arriba, ligera­mente cubiertas con tierra y yerbas para que los atacantes, que ignoraban la estratagema, pasaran sobre ellas y se hin­caran los pies, inutilizándose así para la marcha. A veces los * esclavos apalencados tenían fusiles y pólvora, que conse­guían por robo en los ingenios y cafetales o por comercio con los campesinos, cambiándolos por cera, miel de abejas, plátanos, viandas y cueros. Con frecuencia usaban toques de tambores, que llamaban a guerra y «hablaban lengua», en­tendiéndose así desde lejos con las negradas de las dotacio­nes en los ingenios; por lo cual el Capitán General Espeleta prohibió el toque de tambores en los bateyes para evitar ese peligroso diálogo con los palenques, que abundaban en las regiones montañosas.

En la historia de toda América son célebres tales case­ríos y reductos de negros apalencados. Famosos sobre todos fueron los quilombos del Brasil, entre ellos el de Palmares, organizado bajo la autoridad de un rey, cuya independencia duró más de un siglo resistiendo muy fuertes ataques mili­tares. En algunos países, como en la Guayana Holandesa y la colonia inglesa de Jamaica, los negros rebeldes triunfaron tan plenamente en el siglo xvm que les fue reconocida su in­dependencia, en ambos casos, por sendos tratados firmados por plenipotenciarios de sus respectivas Reales Majestades. La guerra contra los cimarrones (en inglés, marroons) de Blue Mouniains, en Jamaica, fue crudelísima y muy tenaz. Se llevaron a ella desde Cuba centenares de feroces perros de presa con despiadados rancheadores, de los que aquí eran diestros en perseguir y capturar esclavos; pero nada bastó para dominar a los negros jamaiquinos y la guerra terminó cuando S. M. el rey de la Gran Bretaña firmó un tratado con el Jefe de los rebeldes Marroons, reconociéndoles que su te­rritorio y gobierno en las Montañas Azules quedaban inde­pendientes. Esos tratados jamás fueron tenidos como verda­deros pactos internacionales por las potencias coloniales, y con el tiempo cayeron en desuso; pero todavía los negros na­tivos de esas regiones de los heroicos cimarrones tienen cierta autonomía, apartada de los gobiernos de Surinam y de Kingston.

También en el Virreinato de México y en otros países continentales hubo, ya en el siglo xvi, rebeliones de esclavos negros, y no pocas veces se pusieron de parte de los enemi­gos de sus amos, o sean los piratas, filibusteros y bucaneros •que atacaban los emporios coloniales de España. Y en las rebeliones y guerras de independencia de los pueblos de Suramérica figuraron los negros y mulatos como soldados y como jefes, muy honrados en vida por sus heroísmos y luego con estatuas memoriales.