SINCRETISMO
SINCRETISMO

SINCRETISMO

EL SINCRETISMO EN LOS SISTEMAS DE CREENCIAS CUBANOS DE SUSTRATO AFRICANO

Lo sincrético es un rasgo esencial en los sistemas de creencias cubanos de sustrato africano. Puede estar presente o no en otras religiones (dice Gerardo Mosquera que en el catolicismo y en las iglesias evangélicas)[1], pero dejar de advertirlo, considerarlo superficial o negarlo al referirse a los complejos de credos: Regla de Ocha, Arará, Palo Monte, Vudú y Sociedad Secreta Abacuá[2], como han hecho algunos investigadores cubanos, resulta tan absurdo como pretender considerar en nuestro país prácticas puras de religiones africanas (para Mosquera «efectivísima evolución de religiones africanas en América»)[3] o afirmar con rotundidad alarmante (¿fanática?) que en Cuba se llevan a cabo ritos africanos con más fidelidad a la oriundez negra que en Nigeria, Benin o el Congo.[4]

El sincretismo no se entiende ya aquí como la unión de dos partidos opuestos contra un enemigo común como solían hacer los antiguos cretenses. De ahí su etimología: sygkretimós ‘actuar como un cretense’. Tampoco alude a la tentativa conciliatoria de protestantes y católicos expuesta en la teología calixtiniana. No constituye en esencia, un acuerdo secreto entre ambos sistemas cristianos con el objetivo de perjudicar al filósofo, como repetiría Voltaire en su época. No representa la etapa confusa o ecléctica del «todo», que después conduciría al análisis y a la síntesis, según una teoría del conocimiento presentada por Renan. Ni, mucho menos, llega a ser aquellas formas de moral acomodaticia que no siguen un criterio único rechazadas por Kant en su Kritik der praktischen Vernunft. Es decir, para los clásicos el sincretismo tuvo una connotación primordialmente ética, cuyo rasgo pertinente era la inmoralidad. Esta forma de asumir lo sincrético está matizada por la impostura política de los cretenses, la argucia conciliatoria de protestantes y católicos y el eclectisismo gnoseológico de los ilustrados.

En cuanto a los credos afrocaribeños (en general) y afrocubanos (en particular) el sincretismo es síntesis, no el caos del todo. Establece integración, no suma. No constituye una simple yuxtaposición de panteones de dioses. Es forma y sustancia de otra representatividad de lo divino en el nuevo espacio (y tiempo) cultural de Cuba y el Caribe. Niega y afirma sus raíces tanto paganas como cristianas porque revela en última instancia el resultado parcial (a veces total) de una transculturación. Constituye un proceso de transformaciones, de intercambios culturales que se dan en los tres niveles que componen este modelo de producción popular: el mitológico (el que otorga el sentido), el ritual (el que celebra el sentido) y el simbólico (el que dice el sentido). En esta traslación de elementos «de la cultura negra de la oriundez a la cultura blanca de la adaptación», al decir de Fernando Ortiz, se van afectando estos tres niveles, hasta tal punto, que ya no es posible el considerar la Regla de Ocha y la de Palo Monte, por ejemplo, como religiones africanas practicadas en nuestro país, porque en ninguna parte de África existe Regla de Ocha y de Palo Monte. Por supuesto, en estos credos pueden identificarse aún (y quizás siempre) elementos de las religiones tradicionales africanas, así como fuertes componentes cristianos, ya que en todo proceso de transculturación existen formaciones aculturales (de adaptación o de acomodo de remanentes), neoculturales (creación de nuevos arquetipos culturales), deculturales (pérdida de factores de la oriundez) e inculturales (incorporación de elementos de nuevos referentes o de referentes extraños). Hay, pues, mitos, ritos y símbolos en las religiones sincréticas cubanas que las alejan de y las aproximan a lo pagano y lo cristiano.

Aquí puede entenderse que una característica esencial de lo sincrético, presente en estos credos, es la dialéctica de la asimilación y la desasimilación de arquetipos culturales, ya que el nivel de los elementos concurrentes en la formación del nuevo complejo resulta tremendamente alto y dispar. Lezama Lima intuye en ese proceso un genuino acto de creación. He aquí su definición de lo sincrético: «una cultura asimilada o desasimilada por otra no es una comodidad, nadie la ha regalado, sino un hecho doloroso, igualmente creador, creado. Creador, creado, desaparecen fundidos, diríamos, empleando la manera de los escolásticos, por la doctrina de la participación».[5]


[1]   En Revolución y Cultura. Nr. 5, set.-oct., 1992, consúltese el artículo» ¿Quién se come el ajiaco?», págs. 50-51.

[2]  En Cuba se les llama «Reglas» a las religiones de sustrato africano.

[3]  Mosquera (1992: 50).

[4]   Criterio este muy generalizado entre algunas congregaciones de practicantes de la Regla de Ocha o Santería.

[5] Consúltese Lezama Lima (1983: 182).