La deidad del Rayo (parte II final)
El surgimiento en Cuba del culto a esta deidad o “mpungu” que es como denomina la religión afrocubana del Palo Monte Mayombe a sus deidades o Santos Congo, según algunos investigadores (sin que sean datos concluyentes) ya existía en la zona Oriental de la isla en el siglo XVI un reducido grupo de esclavos procedentes de las zonas controladas por portugueses llevados a las minas de cobre en Santiago de Cuba que adoraban una “divinidad” de igual nombre relacionada con el fuego y el rayo. Aunque esto fue durante años un culto muy local dentro de la isla y no constituyo hasta siglos más tarde un culto generalizado.
El culto a Nzazi se expandió por toda Cuba en fechas indeterminadas del siglo XIX sobre todo en las provincias centrales donde existían cabildos congos y en la zona occidental donde llegaron masivamente esclavos de procedencia congo durante el denominado “boom” azucarero del siglo XIX.
Al igual que en áfrica Nzazi ocupa un lugar destacado dentro de la religión del Palo Monte Mayombe. Su culto ha tenido una importante transformación con los años, pero aun conserva características genuinamente bakongo que corrobora que quienes lo instauraron en sus orígenes en la isla caribeña fueron claramente de procedencia bakongo. Desde que se implanto este culto en Cuba dentro de las “nsó nganga” (cofradías de creyentes) más ortodoxos, se le llamo por su nombre africano Nzazi (tradición que aún se conserva), luego con el devenir de los procesos de transculturación y sincretismo adopto el nombre de Siete Rayo, lo que digamos es su nombre “criollo”, pero en esencia siguió representando al mismo “mpungo” con todo su significando y atributos.
¿Por qué Siete Rayo? Mucho son los interrogantes que surgen en el momento de dar una explicación única al hecho de que Nzazi haya adoptado el nombre “criollo” de Siete Rayo. Lo cierto es, y de lo que este autor tiene constancia documentada es de que ese nombre surgió por primera vez en la provincia de Cienfuegos en Santa Isabel de las Lajas donde a finales del siglo XIX llegaron varios exesclavos procedentes del área bakongo se agruparon en cabildos. Luego después de la abolición de la esclavitud, muchos se quedaron por esas zonas y fue allí donde por primera vez se hace mención de este nombre acriollado como “fundamento” de Palo Monte Mayombe, sin que por este motivo cambiara su aspecto y utilidad. El número siete tiene una significación mágica indudable dentro de la magia bakongo si bien no se explica porque fue siete y no nueve el número escogido para denominar a esta “deidad” criolla cuando son nueve y no siete el número más sagrado dentro de los bakongo y que ellos relacionan con Nzazi.
Nzazi es un “mpungo” del género Kita o N’kíta, es decir del grupo de Ba-kisi de fuego o enérgicos aquellos que condensan las energías de la naturaleza en los arboles, y quienes a su vez le dan sus formas siendo estas sus representaciones materiales. Los árboles son la materialización de la energía de la Madre Tierra entendida esta como un todo (Nfinda), diría mi Tata apodo de un ngangulero cubano ya fallecido que: [… las matas, las hierbas y los bejucos son como el pelo de la tierra…]. En particular este “mpungo” es identificado con el rayo por lo que se le atribuyen propiedades eléctricas y carácter violento, dueño de los destellos luminosos, de los árboles resinosos, como el copal, la tea, el mango y el sapote de los cuales se extrae la madera necesaria para que el “especialista tallador” realice las figuras del nkisi que le da aspecto y forma visible para manipularlo, concretiza su personalidad.
Se le define como una entidad masculina, joven y vigorosa, sus elementos de culto son revestidos con piel de leopardo, animal con el que se le asocia místicamente, se le relaciona con el “mpungu” Mbumba (arcoíris) quien es el jefe de los Bakisi banene (grandes espíritus). Mbumba le utiliza para realizar los castigos más atroces y fulminantes contra los que violan los tabúes y las normas tradicionales. Así mismo se le atribuye una sumarísima carga de “fuerza ndoki” quizás por eso fue tan utilizado en la Cuba de la colonia, las guerras y la esclavitud. Su “eficacia mágica” para el bakongo está fuera de toda duda, y su intervención directa en acontecimientos cotidianos, (la guerra, la esclavitud y el comercio) lo hacia un “mpungu” idóneo para el esclavo, quien mediante su empleo aplacaba sus penas diarias y pretendía derrotar su precaria situación social. Su color es el rojo, que simboliza la sangre de la guerra, de la violencia, del parto. Es un “mpungu” que debía ser propiciado por la inmensa carga de trauma y desorden que acarear su ira, de este argumento se desprende la importancia central en la religión del Palo Monte Mayombe que alcanzó este “espíritu” en Cuba.
Salvo por matices puntuales el culto afrocubano de hasta mediados del siglo XX no difería mucho de lo que se hace en el Congo. En Cuba se le representa en una cazuela de barro (aunque lo ha habido en cazuela de hierro), con todo el simbolismo de los arquetipo de la unganga criolla y en África en una estatua humanoide normalmente de características toscas y poco detalladas, con miembros rígidos y cuerpo desproporcionado, que lleva cuerno de antílope donde el nganga nkisi guarda “wanga” (polvos mágicos) de diferentes plantas y minerales (acaso no se parece a lo que los criollos llaman mpaka). Lleva espejo indispensable en los ritos de manipulación de este “mpungu” y se le sacrifica aves domesticas hembras y machos (no así en Cuba donde a la unganga solo se le sacrifican animales macho). Tiene la propiedad de convertir al nganga nkisi que le manipula en un haz de luz que aparecer en los sueños de sus enemigos para “comerles el alma” y de esta forma esclavizarlos, habita en la cima de los árboles y rara vez baja a la tierra, su personalidad tempestuosa hace que sea temido y poco dado a socializar con otras “mpungu” aun así se le considera un Nkisi imprescindible dentro del palo monte mayombe.